Como Celebrar El Domingo de la Divina Misericordia

El Milagro de Misericordia, el Sacramento de la Reconciliación, Parte #1


¿Sabía usted que la única función del Sacerdote es hacernos santos?

Todos están llamados para participar en la misma bienaventuranza divina que quiere decir bendición. Debemos convertirnos en los que bendicen. Esta imagen de la Divina Misericordia nos muestra en quien se supone que debemos ser. Debemos hacernos santos. Somos bendecidos por Dios para que nos podamos ser santos. Eso es todo por lo que El vive. Esa es su esencia. Dios es El que bendice, y El quisiera que compartamos en Su vida y que bendigamos a los demás.


La misión de Santa Faustina en el cielo es compartir las buenas noticias de la Divina Misericordia con las almas que están en la miseria.

“Siento muy bien que mi misión no terminará con mi muerte, sino que empezará. Oh almas que dudan, les descorreré las cortinas del cielo para convencerlas de la bondad de Dios, para que ya no hirieran más el Dulcísimo Corazón de Jesús con desconfianza. Dios es Amor y Misericordia.” (Diary 281)


Entonces ¿Cómo podemos vivir en esta manera misericordiosa?

En nuestra miseria, debemos sumergirnos en el océano infinito de la misericordia de Dios con completa confianza en Jesús. Cuando las dudas me invaden, puedo rezar sin cesar, “¡Jesús, yo confío en Ti!” Puedo tomar la decisión de descansar cerca del corazón misericordioso de Jesús. (Diary 1726)

Nuestro Señor habla:

“Soy el Amor y la Misericordia Misma.” (Diario 1074). . . “Que ningún alma tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata.” (Diario 699) . . . “Mi misericordia es más grande que tu miseria y la del mundo entero” (Diario 1485) . . . “Antes el cielo y la tierra se vuelven a la nada, que Mi misericordia deje de abrazar a un alma confiada.” (Diario 1777) . . . “Cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia” (Diario 723).

Dios trata decirnos que estamos heridos por el pecado, y El quiere sanarnos. El quiere que pongamos nuestra confianza en El.


El Milagro de la Misericordia, El Sacramento de la Reconciliación

Cuando pecamos, empezamos a alejarnos de la gracia. Primero con pecados veniales lentamente nos alejamos de nuestras promesas de Bautismo, entonces los pecados mortales hacen una separación total, construyen una pared de separación entre nosotros y nuestro Redentor. Comenzamos a decirle al Señor, “¡Ahora es mi voluntad, no la Tuya!” Pero por el Sacramento de Reconciliación renovamos los votos de nuestro bautismo. De nuevo proclamamos que Cristo es el Señor de nuestra vida, no Satanás. Abrimos la puerta que habíamos cerrado y le decimos que quisiéramos tener una relación personal con El.

“‘¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes’ Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió ‘Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los tengan.’” (San Juan 20:22-23)

Cuando Jesús murió en la cruz, El perdonó todos nuestros pecados. Cuando nos bautizamos, estamos bautizados en Cristo y limpiados blancos como la nieve. Aceptamos Su misericordia, y ponemos sobre El nuestros pecados, pero a través de la vida fracasamos y pecamos de nuevo. Nos hacemos almas dudosas, y dudamos del poder de Su cruz misericordiosa. No creemos que El quitó nuestros pecados. Los sacerdotes nos lo confirman en la confesión. Entonces El pronuncia las palabras de absolución de Su cruz en el Calvario de hace dos mil años. Dios vive, como mencione antes, en la eternidad de ahora, las gracias de Su cruz viajan de allá para acá a través del tiempo. En el confesionario quizás vemos al sacerdote, pero en realidad es Cristo ofreciéndonos una y otra vez su cruz y dejándonos saber una y otra vez que estamos perdonados. El quitó nuestros pecados. Cuando dudamos, debemos estar cerca de Jesús para que podamos escuchar Sus palabras, “Tus pecados te son perdonados,” las palabras que son comunicadas a través del sacerdote.


Las palabras de Nuestro Señor a Faustina

Nuestro Señor habla:

“Cuando te acercas a la confesión, a esta Fuente de Mi Misericordia, siempre fluye sobre tu alma la Sangre y el Agua que brotó de Mi Corazón y ennoblece tu alma.” (Diario 1602) . . . “En el tribunal de la misericordia (el Sacramento de la Reconciliación) . . . tienen lugar los milagros más grandes y se repiten incesantemente” (Diario 1448). . .“Aquí la miseria del alma se encuentra con Dios de la misericordia” (Diario 1602)… basta acercarse con fe a los pies de Mi representante” (Diario 1448) . . . “Yo Mismo te espero en el confesionario, sólo que estoy oculto en el sacerdote . . . Yo Mismo actúo en tu alma.” (Diario 1602) . . . “así te confiesas ante Mí; el sacerdote es para Mí sólo una pantalla. No analices nunca de qué clase de sacerdote Me estoy valiendo y abre el alma al confesarte como lo harías Conmigo, y Yo llenaré tu alma con Mi luz.” (Diario 1725).

Nuestro Señor habla:

“Aunque un alma fuera como un cadáver descomponiéndose de tal manera que desde el punto de vista humano no existiera esperanza alguna de restauración y todo estuviese ya perdido. No es así para Dios. El milagro de la Divina Misericordia restaura a esa alma en toda su plenitud. De esta fuente de misericordia las almas quitan las gracias solo con la vasija de confianza. Si hay confianza, no hay límite a Mi generosidad.” (Diary 1448).

Al demostrar la importancia de la confesión, Nuestro Señor la hizo necesaria para obtener Su promesa de perdón completo de los pecados y de las penas al observar la Fiesta de la Misericordia.